Tuesday, September 19, 2006

"Papá, no entiendo"

- Papá, no entiendo. - dijo un chavalico por detrás mía.

Acababa de marcar el Atlético de Madrid en San Mamés y yo me encontraba en El Sadar (para mí siempre será El Sadar) sentado 3 filas por delante de este pelirrubio que gastaba su primer "finde" tras la vuelta al cole.

- ¿Por qué unos pitan y otros aplauden? - preguntó a su padre.

No llegué a escuchar la respuesta del padre pero por un momento yo me pregunté lo mismo.

Me planteé diversas respuestas. Una es que a la mitad del campo le estropeó la casilla 5 de la quiniela y a la otra mitad (los que tenían el 2) habían acertado.

Luego pensé que quizá a la mitad del estadio le gustaba el Atlético de Madrid por su fútbol y a la otra mitad no. O que a unos les gustaba mucho el juego de los bilbaínos y les daba pena el gol visitante. Por eso pitaban.

O era porque ese gol rojiblanco (anteayer blanquiazul), ayudaba a Osasuna en su carrera por la permanencia pero me pareció demasiado pronto para pensar en esas cosas. Eso no podía ser. Nadie que estuviese en el coliseo rojillo podía pitar las cosas buenas que le ocurren a nuestro equipo. A no ser que los que pitasen fuesen los del Nástic que posiblemente estarán en la segunda vuelta en el jaleo de la salvación.

Como el partido estaba aburrido y lo más interesante ocurría en el área rojilla empecé a pensar que igual no pitaban el gol sino al que aplaudía y que el que aplaudía no aplaudía el gol sino al que pitaba. ¿Y si pitaban y aplaudían por el sentido político de los equipos en juego? ¿Aplaudirían porque en ese equipo está ahora Agirre? ¿O pitarían porque no quieren que baje el Athletic ya que nos debe 3 "kilos" y si bajan igual no pueden pagarlos?

Entre pitos y aplausos, no flautas, llegamos al minuto 90.

- Eh, tío, que hemos marcado gol. - me dijeron.

Yo estaba en mi mundo. Pensando en si tenía que aplaudir o pitar.

No entiendo, igual que el niño. Hay cosas que ocurren en El Sadar que no las entiendo. Lo malo es que me temo que un campo de fútbol es la representación en un escenario de 20000 personas del mundo que nos rodea.

Un mundo ininteligible.

¿Y tú? ¿Entiendes algo? ¿Entiendes este texto? No, ¿verdad? Eso es lo que quería.

Así me encontraba yo el domingo.