Eran las 5 de la tarde del 16 de septiembre de 1982. Salí de Sabra rumbo al centro de Beirut. En ese momento veo como las puertas del campo de refugiados se cierran tras mi salida y decenas de "merkavas" israelís bloquean las entradas. Detecto hordas de falangistas libaneses entrando en el campo y oculto mi rostro palestino por miedo a alguna paliza.
Quítense de la cabeza, occidentales que leen esto, la imagen de campo de refugiados que tienen en la cabeza. No son tiendas de campaña en el desierto. Un campo de refugiados es una ciudad con edificios de varias alturas pero sin paseos, zonas verdes y espacios diáfanos. Edificios, edificios y edificios. Polvo, suciedad y hambre.
Una frase de un mando hebreo a un falangusta cristiano me heló la sangre. "Usted necesitará de éstas" mietras le entregaba unas bolsas de plástico con cremallera. "Necesitará", como quien entrega un botellín de agua a un ciclista exhausto.
Huí hacia el centro de la urbe arrasada que en aquel entonces era Beirut tras 5 años de guerra civil. Me escondí y al día siguiente la prensa era clara. "Asesinado el primer ministro libanés Gemayel por milicias palestinas" Los editoriales clamaban venganza.
Tras refugiarme en edificios semihundidos dos días decidí volver. Los tanques israelíes habían desaparecido y nadie vigilaba la entrada principal. No había nadie en las calles. Un olor nauseabundo lo llenaba todo. Yo parecía Władysław Szpilman cuando, en El Pianista, recorre en solitario la ciudad de Varsovia.
Entonces, junto a la puerta del local que usábamos como escuela en mi "distrito" vi una decena de chavales de 15 años masacrados contra una pared. Al estilo gansteril, con una ráfaga de ametralladora. No pensaba que el ser humano era capaz de eso. Vi más cosas que no voy a pasar a reproducir; pero todas, les aseguro, son más duras que la escena de los adolescentes.
Huí por segunda vez del campo y hoy he vuelto al lugar de los hechos 25 años después. No queda nada material de aquella matanza pero sí culpables que nunca serán juzgados por la complacencia occidental y cientos de muertos que nunca serán recordados. Muertos de segunda en un mundo de Champions.
Jau, a las 10:23 horas del martes, 18 de septiembre de 2007.
Escuchando "Y los conserjes de la noche" de Quique González.