El ojo del huracán
Dicen que en el ojo de un huracán se vive una extraña calma. A pesar de que los vientos de más de cien kilómetros por hora estén arrasando lo que hay alrededor allí no ocurre nada.
Hoy, al levantarme de la cama y leer la edición digital de la prensa nacional me ha dado la sensación de que en la noche de ayer yo viví en uno de estos ojos.
En el tiempo que pasó desde que salí del Teatro Gayarre de ver Don Juan Tenorio hasta que cogí la última villavesa grupos de jóvenes se dedicaron a destrozar cuanto encontraban a su paso. Mientras tomaba varias (demasiadas) pintas de Guinness, menores de edad reventaban las lunas de algunas sucursales bancarias. Cuando apuraba mi segundo cubata en un bar de la Calle San Gregorio jóvenes encapuchados lanzaban cócteles molotov a agentes de la Policía Nacional y cruzaban contenedores de basura prendiéndoles fuego. Y yo tan feliz, cantando "Maradó, Maradó" con mis amigos.
Después decidimos apurar nuestra noche en un local de la Plaza del Castillo y mientras charlábamos, bailábamos y hacíamos el chorra en general las Fuerzas de Orden Público al otro lado de la pared, en la calle Estafeta, detenían a 10 personas que les lanzaban material de construcción y piedras. Finalmente, cuando la trifulca subió de categoría según publican hoy los medios yo me montaba en el autobús rumbo a Burlada sin ver nada extraño. Tan feliz como había salido de casa y sin enterarme de nada.
Más le habría valido a alguno haber quedado con sus amigos en lugar de ponerse a romper lo que es de todos. Porque luego querrán sacar dinero y les joderá ir hasta "casacristo".
Jau, a las 18:25 horas del sábado, 24 de noviembre de 2007.
Escuchando "Luna di lana" de Valeria Rossi.