Sólo nos falta Ban Ki-Moon
Es lo que tiene viajar por lugares para turistas. Que un rato hablas con acento porteño para seguir practicando tu inglés y al cabo de dos horas aprendes a llamar "aji" a un coleguilla israelí que acabas de conocer. Por eso digo que lo más probable si sigue esta tendencia es que al salir de este locutorio me tope de bruces con el Secretario General de Naciones Unidas, el surcoreano Ban Ki-Moon.
Nuestra ruta por todos los continentes comenzó con Gimena y Lucas, arquitectos recién salidos de la facultad que visitaban Tiwanaku. Después, ya en La Paz y en doce terribles horas de "autobús" hacia Uyuni conocimos una pareja francesa con un excelente castellano. Obviamente ambos grupos considerábamos las carreteras bolivianas una vergüenza y a la vez una aventura ya que tiene que ser ciertamente difícil conducir por caminos de tierra sin señalizar y con innumerables baches. Y a la vez echábamos de menos nuestras cómodas con estaciones de servicio. Aquí lo más parecido a una estación de servicio es un pueblo a oscuras en medio del Departamento de Potosí donde todo lo que puedes comprar es caldo. Del baño mejor no hablamos.
Y llegados a Uyuni nos juntamos con los grandes descubrimiento del viaje. Kipi y Omer, dos jóvenes israelís. Recién finaizado su servicio militar de tres años se disponen a viajar durante uno entero. Y con esta gente tiras los prejuicios a la basura y te dispones a escuchar lo que te cuentan del judaísmo, de Palestina y de esas cosas que nos llegan, en ocasiones, contaminadas. Aprendes a decir "shalom" para saludar, "veteabon" para desear un buen yantar o "viga" para pedir algo que une a todo el mundo. Cerveza, ¿lo dudabais?
Y aparte de charlar y arreglar el mundo, que falta hace, juegas y matas el rato en el alojamiento a 4300 metros del que dispones en medio de la nada. Enseñas a un grupo de estadounidenses a jugar a "cacho" y aprendes a jugar a "Yanif" e incluso ganas a los hebreos. Bebes el "tequila" que le han vendido a una joven de Carolina del Norte cuando realmente no es más que líquido con alcohol, recuerdas con un norirlandés el Grand Slam del XV del Trébol mientras su novia galesa se piensa decirle eso de "tenemos que hablar" porque con el rugby no se juega, o, debido a que uno no es de piedra, alucinas con la danesa del grupo que no está ni buena ni buenísima, está buenérrima.
Y cuando te das cuenta has trabado relación, compartes correos, feisbucs y deseos de visitar Jerusalén.
Y te encuentras con que Omer viene contigo al Lago. Se llama aldea global o, simplemente, buena gente.
Jau, a las 11:09 horas (hora boliviana) del miércoles, 22 de julio de 2009